










Somos gente entretenida

Lunes por la tarde. Evitar tomar el celular para revisar las últimas novedades en Facebook me resulta inevitable. Después de pulsar por segunda vez el muro de inicio de la popular aplicación, apareció el anuncio: martes de 2x1 en Supercines. Rápidamente pienso en ir acompañada de amigos y amigas a ver la película de estreno de la cual todo el mundo está hablando: ‘’Coco’’.
Martes 5 pm, mis amigos y yo nos encontramos en uno de los principales centro comerciales de la ciudad. Entre risas y bromas nos acercamos al cine, sin embargo, nuestra sonrisa se fue desdibujando del rostro cuando observamos la larga fila de personas que pugnaban por comprar una entrada para la función de Coco a las 6 pm. Era de esperarse la entrada en esos días está a tan solo dos dólares.
¡Nos quedaremos sin entradas pensé! Uno de mis acompañantes, reaccionó con audacia y propuso convencer a alguien que ya estuviera adelantada en la fila para que nos hiciera el favor de comprarnos los tickets. Con recelo me acerco a una señora y le pido ayuda. A pesar de que mi tono de voz fue bajo, las personas que estaban detrás de la mujer, alcanzaron a escuchar lo que le dije. No pasaron muchos segundos cuando empezó el malestar: "todos queremos entrar, respete", “no es justo que uno tenga tanto tiempo haciendo fila para que alguien venga a meterse", " atrás está la cola", y otras frases de gente incómoda por la situación.
Finalmente y a pesar de todo lo pronunciado por parte de la concurrencia, la señora accedió a realizar la compra de mi entrada y la de mis acompañantes.
El reloj marcaba las 5:30 pm cuando por fin tuvimos las entradas en nuestras manos. Nos acercamos al bar con la intención de comprar canguil y bebidas, mas solo bastó mirar la lista de escandalosos precios para dar media vuelta.
Quedaba aún media hora para que la función inicie. ¡Vamos al Comisariato a comprar snacks para picar!, propuso con entusiasmo uno de mis amigos, como si se tratase de nuestra última opción. Así lo hicimos.
De regreso guardamos las compras en mi mochila, la cual lucía más abultada de lo normal. Ya en la entrada a la sala de cine, empecé a sentir adrenalina en mi cuerpo, pensaba en que momento me pedirían que por favor abra mi mochila para observar que era lo que pretendía introducir a la sala, como si se tratase del mayor contrabando de snacks y comida chatarra. Claramente mi imaginación voló mucho.
Ya instalados en nuestro asientos, y mientras en la pantalla gigante aparecían los trailers de los próximos estrenos, empecé a escuchar y ver, a pesar de la tenue luz, situaciones propias del lugar, el chico que come nachos con salsa de queso antes de que inicie la película, la mamá regañando a su pequeño hijo para permanezca quieto, la joven pareja que demuestra efusivamente su amor, el muchacho rebelde que eleva sus pies sobre el asiento de alguien más, el grupo de amigos que no para de reírse, entre otras.
La película empezó exactamente a las 6:15 pm. Desde el inicio hubo quienes reían y comentaban alegremente las distintas situaciones. La historia atrapó desde el inicio y tuvo varios giros inesperados hasta que el momento cumbre llegó. Sollozos y expresiones como ¡oooh!, no se hicieron esperar. Giré mi cabeza hacia la izquierda y observé como una lágrima rodaba por la mejilla de mi amiga. Fue realmente una muy buena película.
Salimos de la sala de cine cerca de las 8:10 pm con la sensación de haber realizado una buena inversión y, a pesar de todas las circunstancias incómodas, me atrevo a decir que volveríamos a visitar el cine en un martes de locura.
